Me intrigaba conocer Bután, el último Shangri-La, había leído y escuchado mucho sobre este pequeño reino budista que no recibe muchos visitantes cada año, más que su tranquilidad, paisajes, monasterios y paz me llamaba la atención ese extraño concepto de “Felicidad Nacional Bruta” (GNH es su sigla en inglés) con el que hace ya varias décadas reemplazaron el PIB, ¿sus habitantes serían felices o sólo se trataría de un eslogan para mostrar al resto del mundo?
El avión en el que volé desde Katmandú a Paro se encontraba casi vacío y esto ya comenzaba a tomar un tono surrealista, hacer volar un Airbus 319 me imagino que debe ser caro, sobre todo si sus pilotos están especializados para el aterrizaje en uno de los aeropuertos más complejos del mundo. Las sorpresas continuaban ya que no habían las acostumbradas ventas a bordo.
Un poco más de una hora de vuelo y ya me encontraba en suelo butanés, llenando una breve declaración de aduana y otra más breve tarjeta de ingreso, lo más importante: la visa me la estamparían al ingresar según lo que indicaba un certificado emitido por el gobierno algunos meses atrás. A mi lado se encontraba una amable funcionaria dispuesta a ayudarme en el llenado de los documentos.
El encargado de sellar mi pasaporte me sonríe y me indica que puedo escoger una postal, un objeto ya olvidado en nuestra vida contemporánea, la doy vuelta y me encuentro con que incluso ya tiene las estampillas pegadas, sólo me falta escribir algunas palabras y dejarla en el buzón.
Unos minutos después el encargado de aduana me pregunta si llevo cigarrillos (fumar es considerado un delito) y unos pasos más allá me esta esperando Tshering, mi guía durante todo el tiempo que dure la visita, “Hoy es día de fiesta y el banco está cerrado, si necesitas cambiar dinero puedes hacerlo en esa oficina”, me indica, cambio unos dólares aunque en realidad no necesito hacerlo ya que casi todo gasto está pagado desde hace bastante tiempo.
Bután es un pequeño país de 700.000 habitantes que tiene algunos records interesantes, es el único país que no tiene semáforos, su constitución protege el 65% de sus bosques, todas sus construcciones siguen el modelo tradicional butanés, es el único país que reconoce al budismo como religión oficial, y también es el único país que reemplazo el PIB (producto interno bruto) por la Felicidad Nacional Bruta.
El concepto de la Felicidad Nacional Bruta (FNB) viene del reinado de su cuarto monarca: Jigme Singye Wangchuck, quien consideró en el año 1972, que un país aislado, pobre y basado en la agricultura de subsistencia no podía usar como indicador el PIB, y que tanto el como su gobierno se dedicarían a incrementar la felicidad de sus súbditos, gobernando pensando en sus ciudadanos al punto de garantizar salud y educación gratuitas, la energía eléctrica, el agua e incluso las semillas que plantan los agricultores, consideró que el desarrollo económico debía ir acompañado del progreso cultural, espiritual, medioambiental, así como de un buen gobierno.
Años más tarde, el rey resolvió que a sus 51 años ya no podía hacer más por su pueblo y decidió abdicar a favor de su hijo Jigme Khesar Wangchuck, quien continúa con el trabajo de modernizar al país y prepararlo para los desafíos del siglo XXI.
Pero, ¿de donde sale el dinero para costear todo eso si sólo el 20% más rico de la población es el que paga impuestos? Bután vive de la energía hidroeléctrica que exporta a India, de su agricultura, especialmente plantas medicinales que exporta a países como China y Tailandia, y del turismo de elite que recibe unos 4.000 visitantes al año. Aun cuando el 72% de su superficie está cubierta de bosques no se plantean como fuente de ingreso la industria maderera ya que no encajaría con lo planteado en el índice FNB.
Es importante no confundir el índice FNB con el índice de bienestar de la OCDE, en el caso de este reino budista el indicador se sostiene en los cuatro pilares que, según el gobierno, posibilitan a una sociedad ser feliz: el desarrollo económico, el patrimonio cultural, el cuidado del medio ambiente y la buena gobernabilidad. Estos se subdividen a su ves en nueve dominios: bienestar psicológico, salud, educación, cultura, ecología, uso del tiempo, nivel de vida, vitalidad de la comunidad y gobernabilidad, y cada uno de ellos tiene peso en la fórmula y se analiza utilizando otros 72 indicadores. El resultado proporciona los datos que guiarán al gobierno en sus políticas durante los próximos dos años.
Decidí hacer un experimento y preguntar a algunas personas que entendían por felicidad, las respuestas pasaban por tener más tiempo para compartir con los hijos, poder visitar a los padres y disfrutar del paisaje, en ningún momento fue tener un automóvil del año o un Smartphone de última generación. La felicidad es algo subjetivo, pero es en este pequeño reino budista que están todas las condiciones para lograr alcanzarla, me indica Tshering mientras acompaña sin prisa mis pasos en dirección al monasterio Taktshang , también llamado Tiger Nest, la postal más conocida de este país.
Bután es precisamente eso, un lugar que se debe disfrutar y entender sin prisas.
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